Webb confirma el océano oculto en la luna Europa

El CO2 de la superficie de la luna Europa se origino en su oceano interior
La gélida luna Europa de Júpiter captada en 2022 por la sonda Juno de la NASA. / NASA/JPL-Caltech/SwRI/MSSS Image processing: Kevin M. Gill

La luna Europa de Júpiter es un objetivo esencial en la
búsqueda de vida en otros lugares del sistema solar porque se cree que, bajo
una corteza helada de hielo sólido, se extiende un océano subsuperficial de
agua líquida salada. La habitabilidad potencial de ese entorno escondido
depende de su composición química, incluida la abundancia de elementos
biológicamente esenciales como el carbono.

Investigaciones anteriores han detectado la presencia de
hielo sólido de CO2 en la superficie de Europa, pero hasta la fecha no había
sido posible determinar si ese dióxido de carbono se originó en el océano
subterráneo, si llegó a la luna por el impacto de meteoritos o si se produjo en
la superficie a través de interacciones con la magnetosfera del gigantesco
Júpiter. La primera opción parece ser la correcta, según dos estudios que se
publican en la revista Science.

Ambos trabajos utilizan las observaciones
espectroscópicas en el infrarrojo cercano que ha registrado el telescopio
espacial James Webb sobre el hielo de esta luna, y ambos indican que su CO2
procede del océano subsuperficial que está más abajo.

En uno de los artículos, la investigadora Samantha Trumbo
de la Universidad Cornell y Michael Brown de Caltech (ambos en EE UU) usaron la
información del Webb para cartografiar la distribución del dióxido de carbono
en Europa y descubrieron que es más abundante en Tara Regio, una región de unos
1.800 kilómetros cuadrados dominada por un «terreno caótico»,
materiales geológicamente alterados que han vuelto a la superficie
recientemente.

“Esto indica que el CO2 identificado en esta región –uno
de los terrenos más jóvenes de la superficie de Europa– procede de una fuente
interna de carbono, y proponemos que se formó en el océano interno”, señalan
los autores. Después, habría salido a la zona exterior en una escala de tiempo
geológicamente reciente.

Sin embargo, no descartan otra opción: “una formación en
la superficie a través de la conversión radiolítica de compuestos orgánicos o
carbonatos derivados del océano”. En cualquiera de los dos casos, el océano
subterráneo contendría carbono.

Misma
conclusión en otro estudio

Por su parte, otro equipo independiente de científicos,
liderado por Gerónimo Villanueva del centro Goddard de la NASA, utilizaron los
mismos datos del Webb para detectar “cuatro características espectrales del
hielo de CO2, con unas formas y distribución por la superficie de Europa que
indican que está mezclado con otros compuestos y concentrado en Tara Regio”.

Los autores también midieron la relación de dos isótopos
del carbono, en concreto 12C/13C del hielo del CO2, y con el valor obtenido
(83) y otras observaciones “interpretamos que el carbono procede del interior
de Europa”. Sin embargo, no pudieron distinguir si su fuente es abiótica (por
procesos geológicos, por ejemplo) o biogénica, es decir, producida por alguna
posible forma de vida.

Además, buscaron plumas o penachos de material volátil
que atravesaran la corteza helada de la Luna. Aunque en estudios previos se
habían encontrado indicios de estas características, los autores no los
encontraron durante las observaciones del Webb: “En la búsqueda de penachos no
se detectó agua, monóxido de carbono, metanol, etanol ni emisiones
fluorescentes de metano”.

Los investigadores argumentan que la actividad de estas
emanaciones de material en Europa pudiera ser infrecuente, o bien que a veces
no contengan los gases volátiles que incluyeron en sus búsquedas con el
telescopio espacial.

En cualquier caso, los resultados de ambos estudios se
complementan y refuerzan la conclusión de que el océano subsuperficial de
Europa contiene abundante carbono.

Paco Gil
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