El cambio climático puede ser un factor decisivo para el crecimiento de estos organismos milenarios, según los investigadores. Está probado que si aumenta la temperatura del agua, al año siguiente, las medusas tienen más facilidad para reproducirse en la misma zona.
Las medusas son organismos muy simples aunque tienen 500 millones de años. Estas aprovechan como alimento la contaminación orgánica de los océanos además de beneficiarse de la ausencia de depredadores, lo que ayuda a su proliferación en áreas de baño.
A pesar de resultar «molestos» por las toxinas que transmiten sus tentáculos, estos animales gelatinosos son más necesarios de lo que pensamos.
De hecho, constituyen un alimento para especies superiores en la cadena trófica las cuales, al devorarlas, regulan su cantidad, por lo que otra de las razones de su incremento es la sobrepesca de sus depredadores. Entre los depredadores se encuentran las tortugas marinas, los crustáceos, los corales y varios tipos de peces como el pez luna o el tiburón.
Estos animales cnidarios o celentéreos, al igual que el resto de habitantes de mares y océanos, también han sufrido los tres grandes cambios de su ecosistema: los de aportación, los de limitación de especies y las temperaturas.
En este sentido, el cambio climático podría ser un factor decisivo para su crecimiento pues, aunque no se puede saber con total exactitud por qué llegan a unas costas más que a otras está probado que si aumenta la temperatura del agua, al año siguiente, las medusas tienen más facilidad para reproducirse en la misma zona.
Para el imaginario colectivo, las medusas solo proliferan en aguas templadas o calientes, pero esto tampoco es correcto: viven mejor en temperaturas más elevadas y por eso se ven más en el litoral mediterráneo, pero existen especies como la Pelagia noctiluca (o medusa clavel) tan adaptada al frío que se encuentra en el Atlántico y el Cantábrico con frecuencia.
Otra información inexacta es que las medusas pican, pero ellas no lo hacen, en realidad, sino que uno es el que sufre la picadura al rozar las células urticantes de sus tentáculos, conocidas como cnidocitos y útiles para cazar a sus presas.
En caso de contacto con ellas no hay que lavar la zona afectada con agua dulce sino limpiar la piel irritada con agua salada, para que no quede ninguna traza de sus toxinas y, posteriormente, usar cremas con corticoides si fuera necesario para afrontar la inflamación.
El peligro de estas irritaciones tiene mucho que ver no solamente con la capacidad urticante de cada especie sino con la reacción del cuerpo de cada individuo afectado.
Así, la Chironex fleckeri (o avispa de mar) es una medusa mortal y también uno de los animales más letales de todo el planeta, aunque no hay que preocuparse en exceso por su presencia, ya que suele vivir en las costas de Australia.
Aunque el primer impulso de algunos bañistas al descubrir medusas en el agua sea sacarlas de allí y dejarlas morir en la arena, esto es un acto de incultura, cuando, simplemente, debemos extremar la precaución o no meternos en el mar, porque al fin y al cabo ese es su hogar.
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