Los astrónomos que
estudian la lluvia en otros planetas están asombrados porque en ellos nunca
llueve agua. Por ejemplo, en Urano y Neptuno, las precipitaciones son
de diamantes. En estos planetas hay metano y
esa es la razón por la cual estos son azules. El metano tiene carbono y ese
carbono puede ser aplastado por las inmensas presiones que existen en sus
atmósferas.
Cuando hace mucho calor y la atmósfera es muy densa, la
presión y las altas temperaturas forman diamantes que se acumulan, se vuelven
aún más pesados y llueven; desafortunadamente no podemos ir a recogerlos.
Esta no es una característica exclusiva de nuestro
Sistema Solar: un estudio publicado por expertos de la Universidad de
Yale descubrió que un planeta llamado 55 Cancri E tiene un manto que
puede ser principalmente de diamantes. Eso se debe a que su
composición contiene altos niveles de carbono que, a las
temperaturas y presiones esperadas, se comprimirían en diamantes.
Tenemos ácido sulfúrico en Venus. Su
atmósfera está llena de nubes de ácido sulfúrico pero, debido a que la
superficie del planeta se mantiene a una agradable temperatura
de 480 ºC, la lluvia solo se acerca a 25 kilómetros de la
superficie antes de convertirse en gas.
Este fenómeno ha dado importante información a los
científicos sobre Venus, puesto que las gotas de ácido sulfúrico pueden
tener una gran carga eléctrica. Además de toda la presión y el
calor, podemos confirmar que hay relámpagos en Venus, tal vez incluso haya más
actividad de la que hay aquí en la Tierra.
Los rayos en Venus, así como en cualquier otro planeta,
son un descubrimiento importante porque las descargas eléctricas pueden
contribuir a los cambios químicos de una atmósfera planetaria al
romper las moléculas en fragmentos que luego pueden unirse con otros de formas
inesperadas.
Lagos de metano
¿Ni diamantes ni ácido sulfúrico resultan lo
suficientemente sorprendentes? Pues volvamos al metano, uno de los gases más
frecuentemente citados en el apartado de cambio climático y cuya procedencia
principal son las flatulencias de vacunos, al menos en la Tierra.
En Titán hay tormentas heladas de
metano. Así como nuestro mundo tiene un ciclo de agua, la luna más grande de
Saturno tiene un ciclo de metano. Este se encuentra en su forma
líquida debido a las temperaturas extremadamente frías (-179 ºC) y forma lagos
de metano que, cuando se evapora, asciende formando nubes que más
tarde vuelven a descargarse en los lagos, dando continuidad al ciclo. Este, extrañamente,
se origina en los volcanes.
Muy cerca de allí, al menos en términos astronómicos, hay
lluvias que, si no te dejan mudo, al menos te harán hablar muy extraño: se
trata de precipitaciones de helio en Saturno y Júpiter,
las que fueron pronosticadas ya 40 años atrás.
En 1977, D.J. Sttevenson, profesor de la Universidad de
Cornell, señaló que los planetas compuestos principalmente por hidrógeno y
helio, como Júpiter y Saturno, tenían las condiciones precisas para generar
lluvias de helio.
Esto ha sido suficiente en cuanto a nuestro Sistema
Solar. A 63 años luz de distancia se encuentra HD 189733 b un
planeta cuyo nombre se corresponde con sus características, ya que es muy
extraño. Con una masa un 13 % mayor que la de Júpiter, HD 189733 b orbita
su estrella anfitriona una vez cada 2,2 días, lo que lo convierte en
el llamado Júpiter Caliente.
Se trata de planetas extrasolares cuyas características
son similares a las de Júpiter, pero que tienen altas temperaturas
superficiales, porque orbitan muy cerca de su estrella.
En HD 189733 b llueve silicato o vidrio si así lo
queremos. Pero no se trata de una lluvia ligera de primavera: el planeta
tiene vientos que alcanzan los 7 000 km/h y
una temperatura estimada de más de 1 000 º C. La
lluvia de vidrio llegaría de los lados como si
fuesen cuchillas lanzadas a miles de km/h.
Nubes de aluminio
Otro planeta para hacerse rico (en el caso de que
pudiéramos llegar a él) es HAT-P-7b y se encuentra a
más de 1.100 años luz. Lo interesante es que sus condiciones atmosféricas y
químicas hacen que sus nubes estén compuestas por una forma cristalina de óxido
de aluminio, también conocido como corindón: el mineral del que se forman los
rubíes y los zafiros. Los veloces vientos que recorren su atmósfera hacen
que la lluvia caiga en forma de piedras preciosas.
Finalmente, tenemos a OGLE-TR-56b.
Fue descubierto en 2003 por un equipo de astrónomos del Centro de
Astrofísica Harvard-Smithsonian, en Cambridge. Se trata de uno de los
exoplanetas más lejanos descubiertos hasta la fecha: 13.000 años luz
nos separan de él, diez veces más que de HAT-P-7b.
Este planeta también es un Júpiter caliente,
con una temperatura superficial estimada de 2.000 ºC, suficientemente alta como
para formar nubes hechas de átomos de hierro. De modo que allí la lluvia
sería metálica.
¿Cómo llueve?
Con todo, los científicos no solo se centran en qué
llueve a la hora de analizar un planeta, también en el cómo. Por
ejemplo, en Saturno las gotas serían de un tamaño muy similar
a las de la Tierra y, debido a la composición de su atmósfera y a su gravedad,
caerían a una velocidad similar que aquí. En Marte serían más
lentas, pero casi dos veces más grandes, mientras que en Titán, el
tamaño se triplicaría.
A partir del uso de instrumentos como el telescopio
espacial James Webb, tendremos la capacidad de detectar espectros
realmente finos de atmósferas exoplanetarias, incluidas aquellas que
son bastante más frías que las que normalmente podemos caracterizar, en las que
se producirán nubes y lluvia. Por lo tanto, este tipo de herramientas, a medida
que se desarrollen, serán muy útiles e importantes para interpretar esos
espectros. Y, con ello, realizar el pronóstico de lluvia más
extraño del universo.
Homo Sapiens interesado por la Ciencia y la Tecnología