El 19 de marzo de 2021 el volcán islandés Fagradalsfjall entró en erupción y se mantuvo en actividad hasta diciembre del mismo año, un fenómeno que atrajo a multitud de turistas. Ahora, la revista Nature publica dos estudios, liderados por investigadores de la Universidad de Islandia, sobre la actividad sísmica y los movimientos del magma que ocurrieron durante la erupción y en las semanas anteriores.
El volcán se encuentra en la península de Reykjanes, a unos 40 kilómetros de Reykjavík. En los últimos 3000 años su actividad volcánica se ha caracterizado por períodos eruptivos de una duración de 200 a 300 años, generalmente separados por épocas de entre 800 y 1000 años de latencia. La erupción de 2021 comenzó la noche del 19 de marzo, después de alrededor de 800 años de inactividad.
Comprender los eventos precursores de las erupciones volcánicas y los procesos que ocurren durante la actividad eruptiva es importante para poder emitir alertas que eviten la pérdida de vidas y daños a las infraestructuras.
Eventos precursores de la erupción
Las tasas de desplazamiento del suelo y la cantidad de terremotos suelen aumentar antes de las erupciones volcánicas, a medida que el magma se abre camino hacia la superficie.
Aunque la erupción de 2021 estuvo inicialmente precedida por un aumento de la actividad sísmica y la deformación de la superficie −entre el 24 de febrero y mediados de marzo−, en los días previos al comienzo de la actividad eruptiva se observó una disminución inusual tanto en la deformación del suelo como en la sismicidad.
Los autores proponen que las fuerzas se almacenan en la corteza terrestre −la capa más superficial− antes de las erupciones debido a los movimientos de las placas tectónicas. Estas fuerzas se liberan a medida que el magma ingresa en la corteza.
Michelle Parks, de la Oficina Meteorológica de Islandia y coautora del estudio explica a SINC: “A medida que la tensión tectónica almacenada se liberó por los terremotos, hubo una menor migración lateral del magma, lo que resultó en una disminución en la sismicidad y la deformación”.
“El magma se vio obligado a viajar más alto en la corteza, lo que condujo a una reducción en la presión impulsora; además, la parte superior de la corteza aquí es débil, por lo que el magma pudo moverse hacia la superficie en una manera relativamente silenciosa, sin más aumentos en la actividad sísmica antes del inicio de la erupción”, añade.
La posterior disminución de la actividad sísmica y de la deformación del suelo pueden entonces significar que este proceso está llegando a su fin y que el magma entrará en erupción.
Según escriben los investigadores, estos hallazgos demuestran que la interacción entre los procesos volcánicos, el estrés tectónico y la composición de la corteza deben tenerse en cuenta al pronosticar erupciones.
“Nuestros hallazgos pueden ayudar a las instituciones de monitoreo de volcanes a detectar señales precursoras antes del inicio de una erupción. La disminución observada en la sismicidad y la deformación puede ser una actividad precursora característica para una cierta clase de erupciones, dependiendo del entorno volcánico y tectónico”, concluye Parks.
Cambios en la composición de la lava
En el segundo artículo los autores examinaron la lava expulsada durante los primeros 50 días de la erupción. Los análisis revelaron una fuente directa de magma desde el límite entre la corteza terrestre y el manto −la capa de roca que se encuentra debajo de la corteza−. Esa zona de interfaz es denominada ‘discontinuidad de Mohorovičić’, o ‘Moho’.
Según describen los autores, la lava en erupción cambió con el tiempo; durante las fases iniciales de la actividad eruptiva, provenía predominantemente de cerca del Moho, pero durante las siguientes semanas su composición cambió, lo que indica que procedía de magmas generados a mayores profundidades.
Estos hallazgos demuestran que la zona de almacenamiento de magma cercana al Moho es un entorno extremadamente dinámico. Además, el cambio gradual en la composición muestra que el magma de nueva formación puede mezclarse rápidamente con el que ya existe en escalas de tiempo increíblemente cortas (entre días y semanas).
Los autores señalan que Islandia es un entorno geológico único y habría que comprobar estas observaciones en el ambiente oceánico. Sin embargo, estos hallazgos pueden contribuir a la comprensión de este tipo de volcanes.
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