Un estudio, basado en la segunda evaluación mundial de anfibios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señala al cambio climático como una de las mayores amenazas para los anfibios: ranas, sapos, salamandras y cecilias. El trabajo, que se publica en la revista Nature, analiza los datos de las últimas dos décadas recabados en todo el mundo.
El equipo de investigación, que ha contado con los datos de más de 1.000 expertos de todo el mundo, ha analizado el riesgo de extinción de más de 8.000 especies de anfibios (2.286 evaluadas por primera vez) y concluye que dos de cada cinco anfibios podrían desaparecer.
El trabajo supone una actualización de la evaluación que la UICN hizo en 2004 y que estableció una base de referencia para el seguimiento de las tendencias y la medición del impacto de las acciones de conservación. Aquel informe ya reveló la acelerada extinción a la que estaban haciendo frente los anfibios.
Hoy, según los nuevos datos recabados, casi el 41 % de todas las especies de anfibios que han sido evaluadas son vulnerables, están en peligro o en peligro crítico de extinción. Esta cifra contrasta con el 26,5 % de los mamíferos, el 21,4 % de los reptiles y el 12,9 % de las aves.
“A medida que el ser humano impulsa cambios en el clima y reduce la disponibilidad de hábitats donde pueden vivir, se reducen las posibilidades para sobrevivir de los anfibios, ya que no pueden escapar al incremento de la frecuencia e intensidad del calor extremo, los incendios forestales, las sequías y los huracanes inducidos por el cambio climático», afirma Jennifer Luedtke Swandby, directora de la alianzas de especies de Re:wild, coordinadora en la UICN y una de las autoras principales del artículo. «Nuestro estudio demuestra que no podemos seguir subestimando estas amenazas. Proteger y restaurar las selvas y bosques es fundamental no sólo para salvaguardar la biodiversidad, sino también para hacer frente al cambio climático”, subraya.
Se ha documentado la extinción de cuatro especies de anfibios desde 2004: el sapo arlequín de Chiriquí de Costa Rica, Atelopus chiriquiensis; la rana diurna de hocico afilado de Australia, Taudactylus acutirostris; la rana, Craugastor myllomyllon y la falsa salamandra de arroyo de Jalpa, Pseudoeurycea exspectata, ambas de Guatemala. Otras 27 especies calificadas en peligro crítico se consideran ahora posiblemente extintas, lo que eleva el total a más de 160.
La evaluación también constató que 120 especies mejoraron su situación en la Lista Roja desde 1980. Más de la mitad de este grupo, 63 especies, aumentaron sus poblaciones gracias a las medidas de conservación, protección y gestión de hábitats que se han desarrollado en este tiempo.
A la desaparición de hábitats se suma la enfermedad causada por el hongo quítrido, Batrachochytrium dendrobatidis, que ya ha borrado del planeta a numerosas especies de anfibios.
“La mayor frecuencia de sequías severas y tormentas tropicales que provoca el cambio climático, aumenta significativamente la vulnerabilidad de los anfibios ante el hongo quítrido”, explica la investigadora del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) Patricia A. Burrowes.
Una protección global
«La propia historia de la conservación de los anfibios demuestra lo vital que resulta esta información», afirma Adam Sweidan, presidente y cofundador de Synchronicity Earth. «Si la Lista Roja de la UICN se hubiera actualizado a una escala similar a la actual en la década de 1970, habríamos podido rastrear la arrolladora pandemia de enfermedad de los anfibios 20 años antes de que devastara sus poblaciones. No es demasiado tarde: disponemos de la de información, tenemos el Plan de Acción para la Conservación de los Anfibios, pero los planes y la información no alcanzan. Tenemos que actuar ya».
Este estudio es primordial para ayudar a elaborar un plan de acción de conservación, priorizar las acciones de conservación mundiales, buscar recursos adicionales e influir en las políticas que puedan ayudar a invertir la tendencia negativa para los anfibios.
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