Nos encontramos ante un estudio bien fundamentado y desarrollado por un grupo de expertos/as en la materia. La encuesta es excelente en términos de tamaño muestral, rigurosidad metodológica y aportaciones. Trabajar con muestras amplias (más de 6.000 personas) en territorio nacional, con un diseño bien construido y un error estadístico bajo (+- 1,29%) no es habitual salvo para unas pocas instituciones (CIS e INE) o grandes empresas demoscópicas. No obstante, sabemos que toda encuesta, en tanto trabaja con muestras (subpoblaciones representativas), tiene dicho margen de error que, aunque sea reducido, es inevitable y nunca es cero. Por ello, los datos y las estimaciones deben leerse teniéndolo en cuenta. Por otra parte, hay también un posible sesgo generado no tanto por un mal diseño metodológico como por el momento que vivimos donde los temas científicos generan posiciones, a veces, demasiado polarizadas, maximalistas o intensas. Tras el paso de la pandemia ahora muchas posturas en torno a temas científicos (cambio climático, por ejemplo) se han posicionado de manera algo extremista o emocional y se han politizado. Ese efecto está presente en todos los estudios de opinión pública actuales.
Hay muchos datos o resultados que merecerían la pena comentarse de la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología 2022. Desde mi punto de vista y, de una manera muy personal, me llama la atención que la ciencia no suscita mucho interés (11º lugar) y la enorme cantidad de gente que dice que no dedica más tiempo a cuestiones de ciencia y tecnología por falta de tiempo (54 %) o por desconocimiento (33 %) o interés (32 %). Las barreras para acercarse al universo científico son variadas, pero normalmente acabamos delegando su estudio en expertos/as y nos facilita poder decir que tenemos otras cosas que hacer o que, como legos, carecemos de destrezas suficientes. La ciencia termina siendo paradójica porque se reconoce vital (2/3 perciben sus beneficios) pero no se atiende personalmente; suele ser algo que se considera imprescindible pero delegable.
También me sorprende sobremanera, en las cuestiones sobre alfabetización y conocimiento científico que el nivel de la población española se sitúa en un lugar diría intermedio, por no mencionar regular. Es decir, sigue habiendo muchos temas en los que los/as españoles no saben responder adecuadamente a cuestiones de ciencia básica. Las causas del cambio climático o la utilidad de los antibióticos parecen ser los temas en los que la población española tiene mayor ignorancia o poca puntería. Y son dos temas de actualidad que dejan casi a uno de cada cuatro españoles/as sin conocimiento o sin capacidad de respuesta adecuada. Es una asignatura pendiente la formación en ciencia y tecnología para mejorar este tipo de pruebas.
Finalmente, hay un dato bastante llamativo. Preguntada la muestra sobre los medios de información científica, las redes sociales bajan por primera vez en la serie histórica como fuente de dicha información. Es decir, por primera vez en muchos años, las redes sociales no aumentan su presencia a la hora de que la población busque datos científicos en ellas. No tengo claro si se debe a una especie de tope o techo de crecimiento de las redes o a un intento de evitar fuentes de información científica dudosa. Eso sí, las redes sociales bajan y dejan su lugar a «videos» (YouTube o similares) cuya veracidad y precisión no siempre es la mejor o correcta. Los canales visuales (nuevas televisiones digitales) parecen ser ahora la primera fuente de información científica de la población española, una vía sin filtro ni reglamentación donde abundan miradas muy heterodoxas y, en ocasiones, conspiranoicas.
Este trabajo viene a mostrar, tal y como reflejan los estudios internacionales más punteros y solventes, que la ciencia sigue siendo uno de los pilares básicos de la vida social actual. Constituye una auténtica institución colectiva, valorada y confiada, central para el desarrollo de nuestras sociedades contemporáneas. Sin embargo, a la vez, sirve para detectar que, tras la covid-19 principalmente, han surgido y emergido una serie de sentimientos de desconfianza y malestar respecto a la práctica científica. Esta sombra de sospecha, que siempre ha existido, es más grande que nunca actualmente no tanto por carencias de la profesión científica como seguramente por expectativas sobredimensionadas, mala comunicación científica y una galaxia de bulos y fakes desorbitados recorriendo las redes digitales y los repositorios audiovisuales de Internet. De hecho, aunque los médicos salen bien parados en la parte de valoración (70 % muy valorados), los científicos en un sentido general no (47 % muy valorados), casi 20 puntos porcentuales por debajo.
No tiene limitaciones importantes porque es un estudio bien diseñado, conducido y rematado. De hecho, al seguir una serie histórica de varios años de encuestas bianuales permite comparar la evolución y las dinámicas temporales que es quizás lo más relevante. Lo que sí cabe comentar es que quizás estamos aún en la resaca de la covid-19. El efecto de la pandemia ha sido un shock excesivo, lo que genera una especie de aturdimiento y estrés postraumático que deja huellas en estos estudios. Seguramente hay algún efecto del momento en ciertos resultados en los que todavía existen muchas personas con la covid-19 en la memoria reciente (covid mental permanente). Hasta qué punto eso puede condicionar o sesgar un poco algunas respuestas no lo sabremos hasta ver cómo evolucionan los datos los próximos años. Pero sí que es cierto que vivimos un momento postpandemia acuciados por guerra, cambio climático y crisis económica, y todo eso influye.
Homo Sapiens interesado por la Ciencia y la Tecnología