Una de las vías principales de investigación que comienza a emerger ahora es la de las consecuencias de los microplásticos en especies comestibles y caladeros de pesca. El objetivo es evaluar, en última instancia, el impacto potencial en la salud de los seres humanos.
En abril de este año se publicaba un estudio en peces y moluscos comestibles del Mediterráneo, concretamente en anchoa, dorada (salvaje y de piscifactoría), salmonete y lenguado, así como en mejillones. Los investigadores hallaron microplásticos en todas las muestras de todas las especies. “Nuestros datos arrojan luz por primera vez sobre la preocupante ingesta diaria estimada, tanto para adultos como para niños, de partículas de plástico debido al consumo de marisco al sur del Mediterráneo”, afirman los autores del artículo.
Sin embargo, la identificación, cuantificación y caracterización de microplásticos en nuestros tejidos u órganos sigue siendo muy limitada. Así lo indica un trabajo reciente en muestras humanas, liderado por Guilherme Malafaia, del Instituto Federal Goiano (Brasil), en colaboración con el Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA-CERCA).
“Aunque diversas investigaciones han indicado la plausibilidad de la ingesta —a través del marisco, sales de mesa, agua potable o azúcar— y por inhalación, las formas de acumulación, la translocación al sistema circulatorio y a tejidos distantes, y los riesgos para la salud están aún lejos de ser comprendidos”, destacan los investigadores.
En esta línea, otro estudio sobre la contaminación en sangre humana, realizado con 22 voluntarios sanos, demostró que las partículas de plástico están biodisponibles para su absorción en el torrente sanguíneo, pero sin determinar con qué riesgos. “Si estas partículas de plástico son transportadas por células inmunitarias, se plantea la cuestión de si tales exposiciones pueden afectar potencialmente a la predisposición a enfermedades inmunológicas”, concluyen.
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