Un equipo de paleontólogos descubrió en la Patagonia argentina los restos de un organismo desconocido y lo bautizó con el apellido del campeón mundial de fútbol. Sin embargo, no se trata de un colosal dinosaurio ni de un atlético depredador sino de una especie marina de pequeño tamaño, tan rara como resiliente.
Iba a suceder. Y al final ocurrió: un paleontólogo argentino descubrió una nueva especie en la Patagonia y la nombró en honor al jugador de fútbol Lionel Messi. Pero ahora no ha sido ni un titanosaurio de cuello largo y fornidas patas, como el Patagotitan o Argentinosaurus, ni un depredador feroz y enorme, de la talla de Meraxes gigas, Skorpiovenator o Carnotaurus. Se trata de un diminuto organismo marino con aspecto de molusco que vivió hace 20 millones de años. Lo llamó Discinisca messii.
El investigador Damián E. Pérez homenajeó al campeón del mundo y actual jugador del Paris Saint-Germain al bautizar con su nombre a esa pequeña pero a la vez rara y maravillosa conchilla. “Hasta donde tengo entendido es el primer fósil que lleva el nombre de Messi”, revela a SINC este paleontólogo del Centro Nacional Patagónico (CENPAT), en Puerto Madryn, Chubut.
El nombre surgió espontáneamente, ya que, según relata, mientras preparaban la publicación científica, transcurría la Copa del Mundo Qatar 2022. «El trabajo fue enviado en su versión final a la revista Ameghiniana, el 20 de diciembre del año pasado, mientras todo el pueblo argentino festejaba la llegada de los jugadores al país. No había otra opción. Es una forma pequeña de dedicarle algo a uno de los dos jugadores más importantes de la historia de la selección argentina y del fútbol mundial. Y para agradecer las alegrías que nos dio”, agrega.
Todo comenzó en 2021, cuando Pérez, junto a sus colegas del Instituto Patagónico de Geología y Paleontología del CENPAT, se embarcaron en el estudio de la Formación Gaiman, al este de la provincia de Chubut, en la Patagonia argentina, en la que destacan sedimentos marinos de hace entre 20 y 10 millones de años. Conocida más por los restos antiguos de ballenas, tiburones y delfines allí localizados, esta ha sido poco explorada en busca de fósiles de invertebrados.
“Los fósiles se encuentran tanto en el suelo como dentro de los afloramientos, por lo que no hace falta hacer perforaciones ni excavaciones”, según describe la paleoecóloga Aylén Allende Mosquera, coautora de la investigación.
En una campaña al Parque Paleontológico Bryn Gwyn (“Loma Blanca” en galés), a siete kilómetros de la localidad de Gaiman, en junio de aquel año, encontraron algo extraño: los restos de un braquiópodo, es decir, unos pequeños animales marinos y solitarios parecidos a las almejas, aunque no están relacionados con ellas. “Nos llamó la atención muy rápido ya que esta conchilla tiene un aspecto vidrioso”, advierte Pérez.
Seis meses después, durante otra campaña en afloramientos al norte de la ciudad de Puerto Madryn, en un lugar llamado Cañadón del Puma, localizaron un segundo ejemplar.
En la actualidad se han identificado alrededor de 450 especies vivas de braquiópodos en todo el mundo. Pero en el registro fósil, que cubre alrededor de 500 millones de años, hay muchas más: entre 12.000 y 30.000 especies.
Estos pequeños animales marinos que viven encerrados en dos caparazones han sufrido y sobrevivido a varias extinciones masivas. Su estudio sirve para conocer más sobre la tumultuosa historia de los cambios climáticos que han atravesado el planeta y de las sucesivas modificaciones en la atmósfera y los mares. Por ejemplo, cuando los niveles de dióxido de carbono aumentaban y el océano se volvía más ácido, a estos invertebrados se les hacía difícil desarrollar caparazones grandes. Entonces sufrían lo que se conoce como ‘efecto Lilliput’: se empequeñecían, un fenómeno temporal restringido al periodo de supervivencia del evento de extinción.
Tras estudiar estas piezas —y otras encontradas en colecciones olvidadas—, los investigadores dedujeron que se trataba de braquiópodos muy raros. “Pertenecen al grupo de los lingulidos, del género Discinisca”, especifica Pérez.
“Actualmente, las disciniscas son organismos que viven de forma parecida a las lapas, en aguas muy poco profundas, en las rocas, entre mejillones y dientes de perro o percebes, pero en regiones más cálidas, como el norte de Chile, Perú y el Caribe; nunca se los había encontrado en Patagonia», aclara el autor. «Pudimos describir dos especies, Discinisca porvenir y Discinisca messii. Ambas habrían convivido hace unos 20 millones en estas costas patagónicas”, añade.
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